En casa he estado, encerrada, todo el día, días y días y semanas en las que no he podido volar, aún, creo. No, no son semanas, no son días, es un día que se ha alargado hasta convertirse en días enteros y semanas y más.
Todavía no tengo claustrofobia, todavía.
pero comienza a instalarse una ligera noción de ella en mi cabeza, claustrofobia de mi misma, de mi cabeza, de mis pensamientos. Se arremolinan sensaciones en un esperpento de mi ser. Qué cosas no he hecho aún, cuánto chocolate debiera comer antes de que el fin del mundo llegue. Ah, todo lo que no he vivido y todo lo que no he escrito.
Palabras insaboras a las que hay que lavarle las manos a cada rato.
¿A qué sabe mi paranoia?
(parecería que a pepino con semillas)
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