Sunday, June 8, 2008

(paréntesis musical: sigur ros en México)


Es muy extraño regresar a un espacio de escritura abandonado por tanto tiempo, y he pensado una y otra vez con qué podría recomenzar este espacio, este lugar.
Las aventuras del día de ayer me parecen un paréntesis acertado para continuar con un blog tan abandonado.


Al salir llevaba una mochila morada que podría parecer demasiado grande para una aventura de un solo día, digamos, de unas cuantas horas. El tiempo mostró lo contrario, cada una de las cosas que llevaba dentro fueron de utilidad: el agua, las galletas, las toronjas, los pareos, los paraguas, la blusa de manga larga, etc, etc, etc. Definitivamente mujer precavida vale por dos.
Parecería que el recuento de las aventuras del día de ayer debería de comenzar de atrás para adelante. Como si la memoria y los recuerdos tuvieran una manera lineal de almacenarse.
Nos dormimos en ambos camiones, y la sensación de subirnos tanto al de ida como el de regreso fue muy parecida, de agradecimiento, de emoción y de alivio. En el de ida por finalmente estar en camino al concierto, de regreso... pues salimos del río humano y estábamos de camino a casa.
Creo que fuimos el tercer o cuarto camión que salió hacia el D.F. de 150; al pasar por el campo de fut donde estaban aguardando el regreso los camiones, creo que nunca había visto tantos juntos, y sentí un alivio que sólo se hubiera podido comparar con la angustia de tener que lidiar con subirnos al camión, y todos juntos (un grupo de 7 amigos).

La vuelta en U de la fila:
subirse al camión, como mencioné anteriormente, fue una odisea en si misma. El río humano (5000 personas tratando de salir de un espacio sagrado, de un concierto hermoso pero ligeramente decepcionante por lo corto, de un lugar lejano al hogar...), la ambulancia con el baterista enfermo, los organizadores que no sabían organizar. En fin, realmente toda una odisea.
Nos salimos de la fila dos o tres veces, porque sentiamos que nos ahogabamos, porque no sabíamos qué más hacer, porque necesitábamos salirnos. Agarrados por las manos, a la espalda del otro, a su bolsa, lo que fuera para no separarnos. La separación del grupo era lo peor que nos podía pasar.
De pronto tras dialogar sobre la posiblidad de irnos caminando al pueblo (una caminata que hubiera tardado más de una hora), de pronto se formó una nueva fila frente a nosotros, los que iban al auditorio.
Una vez más los organizadores estaban desorganizados. La fila tenía la cara hacia un lado y los camiones estaban en el otro. En ese momento nso agarramos todos de las manos y el organizador argentino, finalmente, logró algo inimaginable. Toda esa cola de personas ansiosas de regresar a sus casas, se tomaron de las manos, eramos tan fuertes como el más debil de la cola.
Y nos dimos la vuelta en U. para que el principio de la fila fuera el final y viceversa.
En algún momento tuvimos que correr, las manos cada vez agarradas con más fuerza. ¡No podíamos separarnos!
y de pronto... estábamos en el camión.

Día de campo:

Llegamos a la 1 de la tarde, los alocohólicos desesperados se encontraban a 50 metros de la entrada, bebiendo la mayor cantidad de cerveza posible que su cuerpo aguantara, deseando ser camellos por un ratito para almacenar lo que "necesitarían" de chela por el resto del día.
Una imagen divertidísima fue ver cerveza en bolsa, como jugo o agua fresca de Chapultepec o de la Marquesa.
Personalmente agradezco la prohibición de bebidas alcohólicas en un festival con tanta duración. Las personas estaban alivianadas, tranquilas. No hubo violencia (lo cual podía haber sucedido si tras 8 horas en el sol la borrachera hubiera sido permitida).
La hetereogeneidad de los que ahí estuvimos fueron parte dle folklor del día. Había un poco de todo con una pizca de chile, sal, azucar y hierbas de olor.
Un viejito con barba blanca que le llegaba más abajo del corazón camina ligeramente encorvado, con una chamarra amarilla y una bolsa naranja con una flor gigantesca; dos mujeres se pasean con girnaldas en la cabeza; varios chavos que olvidaron su traje de baño caminan en boxers; muchos emos, algunos darketos, unas chicas con vestiditos; algunas tiendas de campaña de las cuales emergía un vapor con un olor que hacía que los duendes salieran volando.
Cinco mil personas y un ambiente cuasi familiar.

Lluvia:

Cuando comenzó a llover parecía que un nido de hormiguitas musicales y tranquilas comenzaba a buscar refugio, a movimentarse. Las cobijas, los pareos en el suelo, las personas acostadas, todo desapareció y en su lugar aparecieron chamarras, paraguas, sueteres y chamarras.
El lugar se volvió otro.
Los Childs comenzaron a tocar y ya se sentía la tensión por el grupo que tanto esperábamos. Era el soundtrack perfecto para la llovizna que caia sobre nosotros.
Andrew Byrd fue el siguiente que tocó. Un solo hombre que como pajarito chiflaba y llenaba todo el valle con su musica. El hombre banda, con su violín, su voz, su guitarra y sus chiflidos comenzó a transportarnos al espacio que tanto ansíabamos. Su Bésame Mucho fue de una ternura absoluta.
Yo tenía ganas de salir volando por encima de todas las personas y simplemente quedarme suspendida a unos metros del suelo, observando, escuchando, sintiendo.

Finalmente, Sigur Ros:

Llegó el momento tan anhelado, para el cual durante casi dos meses contábamos los días hacia atrás. Salió el grupo islandés al escenario.
Los primeros acordes elevaron a todos los que estábamos ahí a unos metros del suelo. El atardecer comenzaba a pintar el cielo de colores ocre que le hacían eco a las luces del escenario. La cara de los ahí reunidos se había transformado, todos mostraban una concentración y una tranquilidad que evocaba los instantes antes de tirarse de un avión a 5000 metros de altura con un paracaidas para tener una caida libre maravillosa hacía la voz del vocalista.
Las tres canciones primeras fueron un portal hacia otro espacio, un lugar en el que no existía tanta diferencia entre los ahí reunidos, en el que todos eramos iguales porque lo que entraba en nuestros oídos era lo mismo.
Probablemente la experiencia y lo que sentiamos difería, pero el estímulo visual y auditivo era el mismo.
Algo sucedió y se interrumpió el concierto, la banda de vientos se presentó en este inesperado intermedio.
Tocaron el himno nacional islandés y nadie entendía lo que pasaba. Les mencionaba a mis amigos que era como si los shajatos o cualquier grupo mexicano tocara en otro país y de pronto aparecieran mariachis y tocaran el himno nacional mexicano.
Finalmente la catástrofe se dio a conocer. El baterista estaba enfermo.
Más espera, decepción, y al mismo tiempo los acordes de lo ya tocado seguían flotando por encima de nosotros y penetrándonos. Abrazada a mi pareja, los últimos rayos del sol desaparecían y estábamos en un lugar maravilloso y hermoso en el que el tiempo había parado por completo.

EL concierto siguió, con canciones del nuevo disco y el grupo islandés nos regaló una lluvia de estrellas que flotaba por encima de nosotros, hacia nosotros.

No duró lo que nos hubiera gustado, pero la sensación de habernos transportado a otro lugar, a una dimensión hermosa que vive lado a lado de la nuestra realidad se quedó.




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( un paréntesis es un momento para respirar ) ( un paréntesis es un silencio para soñar ) ( un paréntesis es un espacio para estar )