Del otro lado del mundo está mi amiga N. Sí es el otro lado, le pregunté, y me dijo que era la misma hora allá que acá, pero ahí se veía el sol y yo veía mi almohada.
Le dije que hiciéramos un túnel de Bangladesh hasta acá. Me dijo que sí, pero con qué mano de obra, era la cuestión.
Le dije que tiráramos una cuerda de colores, que tal vez, por el peso de nuestros pensamientos, cruzaría hasta donde Julio Verne quiso, para que nos pudiéramos ver. Me dijo que sí.
Le dije que por qué no un teléfono sólo para mí y para ella, como el que tenía en la infancia de mi cuarto al cuarto de mi hermano, con vasos de plástico y un pedazo de estambre tenso. También me dijo que sí.
Le propuse escribir las historias de sus viajes, ella me dijo que tomaría las fotografías de los viajes que yo le escribiera. No quedo claro cuál de las actividades, si la visual, o la escritural, sería la primera.
Seguimos haciendo planes de lados opuestos de la tierra.
Sunday, January 30, 2011
Saturday, January 22, 2011
(Zombie)
post original en: http://www.leedor.com/notas/4163---zombie.html
Por: Kekena Corvalán | Publicado el: 22 de Enero de 2011, Buenos Aires, Argentina
La performance durativa realizada por Esilda Viale Garzón en Vitoria, Brasil nos permite continuar divagando sobre el mito de la bella durmiente, en la reflexión que disparamos en torno a la lectura del estimulante ensayo La espera, la seducción de las bellas durmientes, de Kelly A.K.
La Zombie
La zombie es una performance de la artista Esilda Viale Garzón para su serie de acciones Vidrieras Vivientes. Una mujer joven yace en una cama, a ratos dormitando. Eventualmente se despabila, se incorpora e ingiere una pastilla con un vaso de agua de una mesita junto a su cama, donde hay varios blisters de remedios.
Junto a ella, un cartel, a manera de leyenda de la situación, explica:
“Las estadísticas revelan que en Argentina los medicamentos de mayor facturación durante el último trimestre de 2009 fueron principalmente los destinados al sistema nervioso central: ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y sedantes”.
Todo sucede detrás de una vidriera, es decir, la acción es fundamentalmente una exhibición. Puede ser contemplada todo lo que se quiera y fotografiada con total libertad. La artista no interactúa con el público. Si bien la gente que la observa puede ingresar, elige no hacerlo. Dos jóvenes se buscan sillas y se sientan a ver como si fuera una obra de teatro. Otra pareja se suma sentándose en el suelo durante varias horas, y finalmente aplaudirán cuando salga.
Entre el público se registran distintas reflexiones. Una mujer dirá, por ejemplo, que le parece una cárcel contemporánea, un gran bigbrother, todo de vidrio en donde todos vemos todo lo que pasa, una intimidad compartida.
Esto se lleva a cabo en el marco de un festival en la Ciudad de Vitoria, Brasil, Trampolim.
En el arte contemporáneo, los medicamentos han sido utilizados en tanto objetos. Vale la pena mencionar las series de instalaciones de Demian Hisrt (cfr Spring Lullaby).
En este caso se trata de un acto que además de desnudar una práctica social creciente juega con el tema de los actos privados, la mirada, el reconocimiento y los mandatos de género. Carece de la mirada cínica hacia el mercado de Damien Hirst. Sólo está el dato, la acción se agota en sí misma, es la experiencia a transcurrir.
La Bella
Hemos mencionado, a manera de reseña y recomendación, el interesante libro de Kelly A.K., La espera. Seducción de las bellas durmientes. Uno de esos ejes es el del aura, que toma de Walter Benjamin, y le permite a la autora acercar el concepto de obra de arte al del cuerpo femenino, objeto y su representaciòn, en un juego de literalidades, donde ambos valen por igual.
Al igual que lo que Benjamin discurre, se trata de un objeto de doble valor, de culto y de exhibición. En la performance de Viale las pastillas no sòlo valen como objeto, si no que la mujer drogada se exhibe y es contemplada con mayor o menor grado de extrañamiento.
Extrañamiento quiere decir en sus varios sentidos, distancia. En la zombie, también opera una metamorfosis, la de las drogas. Esa distancia es mutua, nos extrañamos los espectadores de lo que primero tuvo que extrañarse el artista. Ajeno a lo que sucede, a la mirada, no escucha. El artista es la obra, muda, sorda y ciega, puesta en su sopor, que intenta mirarse en quien la mira.
Interesante este espacio que la performance de Esilda abre en el mito de la Bella Durmiente, la dulce zombie, la inofensiva drogada, el fenómeno estadístico de la mujer consumidora de drogas que la paralizan, la llevan al mundo de los sueños, de la imposibilidad (adynata, quietud, ausencia de movimientos), que busca mirarse desde ese aura cultural que ha construido la historia para ella.
Como cuando lavaba ollas 6 horas al día en una vidriera, la marca de género juega con cumplir un rol que se espera de ella. En este caso, seduce desde una cama, inofensiva, inerme, ralentada, inmóvil, corporal, bella, aurática.
La artista
Esilda Viale Garzón nace en 1982 en la ciudad de Córdoba, donde completa la Licenciatura en Comunicación Audiovisual. En 2005 obtiene una beca y viaja San Pablo, Brasil para continuar estudios en la Universidad de Artes Visuales, FAAP.
En 2008 pasa seis meses realizando performances en vidrieras de centros comerciales, en Argentina y en Barcelona.
En 2010 realiza una performance durante 11 días, que consiste en lavar ollas 6 horas por día, en la Galería de Arte- PASAJE17/Mes del Bicentenario.
Su palabra:
“El concepto de mi obra es la búsqueda de la reflexión ante una experiencia estética.
Mi obra es una instalación e intervención simultánea, en donde establezco una profunda relación con el espacio y objetos que elijo.
Como comunicadora audiovisual considero que las vidrieras son un espacio ideal para transmitir un concepto, una idea, una sensación o simplemente una imagen.
Sostengo firmemente que son un medio de comunicación sumamente explorable para despertar reacciones y crear vínculos.
Mi obra consiste en intervenir vidrieras realizando acciones dentro de las mismas por un tiempo determinado.
Generalmente trabajo con temas de la vida cotidiana más específicamente de la mujer. Busco descontextualizar situaciones intimas y cotidianas de las personas haciéndolas visibles”.
Más información:
http://fuerademoda-cba.blogspot.com/
Publicado en leedor el 19-01-2011
Por: Kekena Corvalán | Publicado el: 22 de Enero de 2011, Buenos Aires, Argentina
La performance durativa realizada por Esilda Viale Garzón en Vitoria, Brasil nos permite continuar divagando sobre el mito de la bella durmiente, en la reflexión que disparamos en torno a la lectura del estimulante ensayo La espera, la seducción de las bellas durmientes, de Kelly A.K.
La Zombie
La zombie es una performance de la artista Esilda Viale Garzón para su serie de acciones Vidrieras Vivientes. Una mujer joven yace en una cama, a ratos dormitando. Eventualmente se despabila, se incorpora e ingiere una pastilla con un vaso de agua de una mesita junto a su cama, donde hay varios blisters de remedios.
Junto a ella, un cartel, a manera de leyenda de la situación, explica:
“Las estadísticas revelan que en Argentina los medicamentos de mayor facturación durante el último trimestre de 2009 fueron principalmente los destinados al sistema nervioso central: ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y sedantes”.
Todo sucede detrás de una vidriera, es decir, la acción es fundamentalmente una exhibición. Puede ser contemplada todo lo que se quiera y fotografiada con total libertad. La artista no interactúa con el público. Si bien la gente que la observa puede ingresar, elige no hacerlo. Dos jóvenes se buscan sillas y se sientan a ver como si fuera una obra de teatro. Otra pareja se suma sentándose en el suelo durante varias horas, y finalmente aplaudirán cuando salga.
Entre el público se registran distintas reflexiones. Una mujer dirá, por ejemplo, que le parece una cárcel contemporánea, un gran bigbrother, todo de vidrio en donde todos vemos todo lo que pasa, una intimidad compartida.
Esto se lleva a cabo en el marco de un festival en la Ciudad de Vitoria, Brasil, Trampolim.
En el arte contemporáneo, los medicamentos han sido utilizados en tanto objetos. Vale la pena mencionar las series de instalaciones de Demian Hisrt (cfr Spring Lullaby).
En este caso se trata de un acto que además de desnudar una práctica social creciente juega con el tema de los actos privados, la mirada, el reconocimiento y los mandatos de género. Carece de la mirada cínica hacia el mercado de Damien Hirst. Sólo está el dato, la acción se agota en sí misma, es la experiencia a transcurrir.
La Bella
Hemos mencionado, a manera de reseña y recomendación, el interesante libro de Kelly A.K., La espera. Seducción de las bellas durmientes. Uno de esos ejes es el del aura, que toma de Walter Benjamin, y le permite a la autora acercar el concepto de obra de arte al del cuerpo femenino, objeto y su representaciòn, en un juego de literalidades, donde ambos valen por igual.
Al igual que lo que Benjamin discurre, se trata de un objeto de doble valor, de culto y de exhibición. En la performance de Viale las pastillas no sòlo valen como objeto, si no que la mujer drogada se exhibe y es contemplada con mayor o menor grado de extrañamiento.
Extrañamiento quiere decir en sus varios sentidos, distancia. En la zombie, también opera una metamorfosis, la de las drogas. Esa distancia es mutua, nos extrañamos los espectadores de lo que primero tuvo que extrañarse el artista. Ajeno a lo que sucede, a la mirada, no escucha. El artista es la obra, muda, sorda y ciega, puesta en su sopor, que intenta mirarse en quien la mira.
Interesante este espacio que la performance de Esilda abre en el mito de la Bella Durmiente, la dulce zombie, la inofensiva drogada, el fenómeno estadístico de la mujer consumidora de drogas que la paralizan, la llevan al mundo de los sueños, de la imposibilidad (adynata, quietud, ausencia de movimientos), que busca mirarse desde ese aura cultural que ha construido la historia para ella.
Como cuando lavaba ollas 6 horas al día en una vidriera, la marca de género juega con cumplir un rol que se espera de ella. En este caso, seduce desde una cama, inofensiva, inerme, ralentada, inmóvil, corporal, bella, aurática.
La artista
Esilda Viale Garzón nace en 1982 en la ciudad de Córdoba, donde completa la Licenciatura en Comunicación Audiovisual. En 2005 obtiene una beca y viaja San Pablo, Brasil para continuar estudios en la Universidad de Artes Visuales, FAAP.
En 2008 pasa seis meses realizando performances en vidrieras de centros comerciales, en Argentina y en Barcelona.
En 2010 realiza una performance durante 11 días, que consiste en lavar ollas 6 horas por día, en la Galería de Arte- PASAJE17/Mes del Bicentenario.
Su palabra:
“El concepto de mi obra es la búsqueda de la reflexión ante una experiencia estética.
Mi obra es una instalación e intervención simultánea, en donde establezco una profunda relación con el espacio y objetos que elijo.
Como comunicadora audiovisual considero que las vidrieras son un espacio ideal para transmitir un concepto, una idea, una sensación o simplemente una imagen.
Sostengo firmemente que son un medio de comunicación sumamente explorable para despertar reacciones y crear vínculos.
Mi obra consiste en intervenir vidrieras realizando acciones dentro de las mismas por un tiempo determinado.
Generalmente trabajo con temas de la vida cotidiana más específicamente de la mujer. Busco descontextualizar situaciones intimas y cotidianas de las personas haciéndolas visibles”.
Más información:
http://fuerademoda-cba.blogspot.com/
Publicado en leedor el 19-01-2011
Monday, January 17, 2011
(explosiones internas / hipos superficiales)
A veces las explosiones que deberían invocar futuros encuentros, evocan reminiscencias perdidas sin querer.
A veces un domingo puede una sucumbir a la dinamita de unos dibujos.
A veces es todo lo que hay.
A veces hay tanto mucho más que esto.
A veces el diafragma se encuentra en la burbuja exterior invadida por la respiración ajena y el hipo no canta con las notas adecuadas.
Los paisajes de los lagos de la angustia del insomnio de la noche anterior no son iguales a los imaginados con los ojos cerrados.
Nunca lo son.
(Tampoco lo eres tú cuando no soy yo en yo que eres tú que soy yo. ) (Pamplinas).
Basta de hipos de angustia, el diafragma de la existencia no puede pasársela saltando de un estado anímico al siguiente, no tiene sentido así. Sinsentido es mejor. Sin sentido también. Sin ese sentido, todavía mejor.
Los suspiros dentro del hálito del hipo saben mejor. De verdad.
Así es un paisaje de explosiones internas, de hipos superficiales, exteriores, visibles, manifiestos, palpables, terribles, reales.
Monday, January 10, 2011
(en el Leedor)
El libro que dispara estos comentarios llega a mis manos de casualidad. Está editado por un pequeño sello que no existe en Argentina, pero que tiene un nombre sumamente atractivo: Textofilia.
La espera, seducción de las bellas durmientes, es un libro pequeño y de buena factura, con detalles de delicadeza editorial. Buen anfitrión; un libro para las dormidas, que nos hace esperar más de este nacimiento y hace resonar como un murmullo la frase de Clarice Lispector que contiene: “Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano, y es solitario”.
El tema tiene que ver con reflexionar sobre una transformación de las muchas que operan en los cuentos de hadas: el de las mujeres que duermen en bellas durmientes. Un tema que nace en la literatura. Kelly, explicita sus orígenes. La versión más temprana es la de Giambattista Basile, en 1634. A ella le siguió la de Charles Perrault y en pleno romanticismo, la de los hermanos Grimm, que añaden el detalle de la maldición del hada.
La autora va a trabajar el tema en tres obras de la narrativa actual: La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, The sleeping Beauty Erotic Trilogy. De Anne Rice (bajo el seudónimo de A.N.Roquelaure) y La muerte y la doncella I-V, de Elfriede Jelinek.
Es un ensayo, cosa que celebro. Esto en parte explica el hecho de que esta escritora no escribe replicando. No está obligada a responderle a nadie, ni tiene que superar otro texto académico dentro de un campo crítico. Ella escribe para sí misma, e incluso así lo da a entender sembrando pistas.
Celebro el ensayo también por otro motivo. Los ensayos tributan, lo dice quien prologa este libro, Alberto Ruy-Sánchez, a los experimentos. Y es lo que provoca Kelly al cruzar tres obras literarias con tres conceptos y distintas teorías.
El cómo lo hace tiene que ver con su ethos. Y en este ethos, ser mujer no es un dato indiferente.
Los conceptos y las teorías
Los tres conceptos con los que leer el tópico de la bella durmiente son, para Kelly: el aura, la mirada, la espera.
Para ello hecha mano de diversos modelos teóricos, de los cuales tomamos a tres fil÷osofos: Walter Benjamin, Didí Huberman y Jean Baudrillard, teniendo disparadores interpretativos también en textos de la más recta tradición psicoanalítica.
Hay dos grandes textos que mecen el tejer de Kelly para que el resultado sea una escritura sumamente cautivante. Se trata de Fragmentos de un discurso amoroso (Roland Barthes) y On wait (Harold Schwaizer, hay versión castellana pero no en Argentina).
Con estos cruces teóricos analiza los textos literarios mencionados. Pero el libro no es un ensayo de crítica literaria. Es una obra donde un despertar (la escritura) despierta en otro despertar (la lectura). En el medio, un tiempo que transcurre, inaprensible para quien estaba durmiendo, eterno para quien espera ver al otro despertar.
Mediante el concepto de aura en sus dos valores, el cultual y el exhibitivo, establece conexiones entre la bella durmiente y la obra de arte, poniendo de manifiesto sin proponérselo, un aspecto central de la historia del arte moderno: el status de objeto (de culto y de exhibición/posesión) del cuerpo femenino. Lo que vuelve bella a la bella durmiente, es su aura, que proviene justamente de ser durmiente, es decir, objeto.
Con el concepto de mirada, juega con Didí Huberman y “Lo que vemos lo que nos mira”, para proponer que esa bella que duerme, toda vez que es contemplada por el príncipe, el amo o el poseedor, lo está mirando con los ojos cerrados, lo está escrutando y definiendo. Es el príncipe quién necesita a la durmiente para saber quién es, para saber, es decir, para poder.
Esta vuelta de tuerca en este mito literario me permite pensar ciertas tensiones que señalizan el arte de la modernidad, desde Las Meninas (o desde la primera bella durmiente que nos mira, La Venus de Urbino del maestro de Velázquez), hasta la más “óptica” de todas las miradas (por la naturaleza de su soporte y el ojo que supone su modo de registro, un lente), la de Jean Luc Godard, cuando dice aquello de que no somos nosotros los que miramos al cine, si no es el cine que nos mira. Es decir, la modernidad como discurso que gira en torno a la bella durmiente/obra de arte que miramos pero que en realidad nos define y sin la cual no somos.
Finalmente, con el concepto de espera, aquí, el juego crítico de Kelly es realmente encantador, porque es el broche del proceso en el que el aura y la mirada han hecho sus persecuciones y sus ritos. La espera no es un valor de nuestro tiempo, no estamos acostumbrados a esperar para saber.
Al final del libro y luego de recorrer estos conceptos del aura, la mirada y la espera en la relación dialéctica entre la bella durmiente y quien la contempla/despierta, una suerte de epílogo en formato de confesiones de diario nos deja el refuerzo de una presencia que reprimió en el ensayo: las marcas personales de su búsqueda.
El texto de Kelly A.K. es sumamente cuidadoso y afectuoso con sí mismo. Es una delicia para la lectura, y un estìmulo donde las referencias a lo personal construyen también el perfil del ensayo. Ser bella durmiente es un acto femenino, y como lo tal nos refleja.
Publicado en leedor el 10-01-2011
publicado en: http://milderivas.com.ar/la-espera-de-kelly-a-k-685
por @kekenacorvalan
La espera, seducción de las bellas durmientes, es un libro pequeño y de buena factura, con detalles de delicadeza editorial. Buen anfitrión; un libro para las dormidas, que nos hace esperar más de este nacimiento y hace resonar como un murmullo la frase de Clarice Lispector que contiene: “Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano, y es solitario”.
El tema tiene que ver con reflexionar sobre una transformación de las muchas que operan en los cuentos de hadas: el de las mujeres que duermen en bellas durmientes. Un tema que nace en la literatura. Kelly, explicita sus orígenes. La versión más temprana es la de Giambattista Basile, en 1634. A ella le siguió la de Charles Perrault y en pleno romanticismo, la de los hermanos Grimm, que añaden el detalle de la maldición del hada.
La autora va a trabajar el tema en tres obras de la narrativa actual: La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, The sleeping Beauty Erotic Trilogy. De Anne Rice (bajo el seudónimo de A.N.Roquelaure) y La muerte y la doncella I-V, de Elfriede Jelinek.
Es un ensayo, cosa que celebro. Esto en parte explica el hecho de que esta escritora no escribe replicando. No está obligada a responderle a nadie, ni tiene que superar otro texto académico dentro de un campo crítico. Ella escribe para sí misma, e incluso así lo da a entender sembrando pistas.
Celebro el ensayo también por otro motivo. Los ensayos tributan, lo dice quien prologa este libro, Alberto Ruy-Sánchez, a los experimentos. Y es lo que provoca Kelly al cruzar tres obras literarias con tres conceptos y distintas teorías.
El cómo lo hace tiene que ver con su ethos. Y en este ethos, ser mujer no es un dato indiferente.
Los conceptos y las teorías
Los tres conceptos con los que leer el tópico de la bella durmiente son, para Kelly: el aura, la mirada, la espera.
Para ello hecha mano de diversos modelos teóricos, de los cuales tomamos a tres fil÷osofos: Walter Benjamin, Didí Huberman y Jean Baudrillard, teniendo disparadores interpretativos también en textos de la más recta tradición psicoanalítica.
Hay dos grandes textos que mecen el tejer de Kelly para que el resultado sea una escritura sumamente cautivante. Se trata de Fragmentos de un discurso amoroso (Roland Barthes) y On wait (Harold Schwaizer, hay versión castellana pero no en Argentina).
Con estos cruces teóricos analiza los textos literarios mencionados. Pero el libro no es un ensayo de crítica literaria. Es una obra donde un despertar (la escritura) despierta en otro despertar (la lectura). En el medio, un tiempo que transcurre, inaprensible para quien estaba durmiendo, eterno para quien espera ver al otro despertar.
Mediante el concepto de aura en sus dos valores, el cultual y el exhibitivo, establece conexiones entre la bella durmiente y la obra de arte, poniendo de manifiesto sin proponérselo, un aspecto central de la historia del arte moderno: el status de objeto (de culto y de exhibición/posesión) del cuerpo femenino. Lo que vuelve bella a la bella durmiente, es su aura, que proviene justamente de ser durmiente, es decir, objeto.
Con el concepto de mirada, juega con Didí Huberman y “Lo que vemos lo que nos mira”, para proponer que esa bella que duerme, toda vez que es contemplada por el príncipe, el amo o el poseedor, lo está mirando con los ojos cerrados, lo está escrutando y definiendo. Es el príncipe quién necesita a la durmiente para saber quién es, para saber, es decir, para poder.
Esta vuelta de tuerca en este mito literario me permite pensar ciertas tensiones que señalizan el arte de la modernidad, desde Las Meninas (o desde la primera bella durmiente que nos mira, La Venus de Urbino del maestro de Velázquez), hasta la más “óptica” de todas las miradas (por la naturaleza de su soporte y el ojo que supone su modo de registro, un lente), la de Jean Luc Godard, cuando dice aquello de que no somos nosotros los que miramos al cine, si no es el cine que nos mira. Es decir, la modernidad como discurso que gira en torno a la bella durmiente/obra de arte que miramos pero que en realidad nos define y sin la cual no somos.
Finalmente, con el concepto de espera, aquí, el juego crítico de Kelly es realmente encantador, porque es el broche del proceso en el que el aura y la mirada han hecho sus persecuciones y sus ritos. La espera no es un valor de nuestro tiempo, no estamos acostumbrados a esperar para saber.
Al final del libro y luego de recorrer estos conceptos del aura, la mirada y la espera en la relación dialéctica entre la bella durmiente y quien la contempla/despierta, una suerte de epílogo en formato de confesiones de diario nos deja el refuerzo de una presencia que reprimió en el ensayo: las marcas personales de su búsqueda.
El texto de Kelly A.K. es sumamente cuidadoso y afectuoso con sí mismo. Es una delicia para la lectura, y un estìmulo donde las referencias a lo personal construyen también el perfil del ensayo. Ser bella durmiente es un acto femenino, y como lo tal nos refleja.
Publicado en leedor el 10-01-2011
publicado en: http://milderivas.com.ar/la-espera-de-kelly-a-k-685
por @kekenacorvalan
Saturday, January 8, 2011
Friday, January 7, 2011
(insomnio)
Comienzo el 2011 con unos días abrumadores de insomnio,
no soy yo, es la cama, me susurro noche tras noche, vuelta a vuelta, mientras me envuelvo en la cobija.
No soy yo, es la habitación, me repito como mantra mientras todas las angustias concebibles se desparraman sobre mí.
No soy yo, es el mundo entero, me quiero decir otra vez, sin lograrlo.
Y sin embargo, sigo sin dormir, sigo sin conciliar algo de paz en las horas en las que la desesperación es un monstruo tan huidizo, y tan presente, como la vejez.
Parece domingo, noche tras noche, en la que el sueño no está.
no soy yo, es la cama, me susurro noche tras noche, vuelta a vuelta, mientras me envuelvo en la cobija.
No soy yo, es la habitación, me repito como mantra mientras todas las angustias concebibles se desparraman sobre mí.
No soy yo, es el mundo entero, me quiero decir otra vez, sin lograrlo.
Y sin embargo, sigo sin dormir, sigo sin conciliar algo de paz en las horas en las que la desesperación es un monstruo tan huidizo, y tan presente, como la vejez.
Parece domingo, noche tras noche, en la que el sueño no está.
Tuesday, January 4, 2011
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( un paréntesis es un momento para respirar )
( un paréntesis es un silencio para soñar )
( un paréntesis es un espacio para estar )