quería que escogiera una parte de su cuerpo, la que más le gustara, le iba a sugerir una, la que a ella lee parece la más suave, la tersa, la que disfruta acariciando en momentos de ensoñación, (susurraba sin que se diera cuenta, mirándolo nada más), su hombro derecho.
Pero si le digo que esa es la parte más suave de mí, entonces, quizás se quede ahí, dibujando las canciones que no sabe escribir, dilatando sus huellas dactilares mientras el resto de mi cuerpo me inculpa por la desatención y la soledad en la que se siente inmerso.
Quería que escogiera una parte de mi cuerpo, para que fuera solamente suya. Así, cuando se bañara, se pusiera crema, o simplemente sus dedos se distrajeran como suelen hacerlo cuando lee o ve gente pasar en la calle, sabría que lo engañaba, que cometía adulterio contra él, al tocar el hombro que le pertenecía, se convertía en el otro. El resto de mi cuerpo era mío y podía hacer con él lo que quisiera, dárselo a nadie o mostrárselo a todos.
Delicia de sonrisa al saber que él sabría, siempre, que podía engañarlo y que no lo hacía, o que me instigara a hacerlo, que me marcara con su lengua y una sutil mordida marcada en el delirio de su presencia.
Quería que escogiera una parte de su cuerpo para que, realmente, lo escogiera todo.
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