CULTURA | 22/12/2012 - 12:50 PM - TIEMPO DE LECTURA: ENTRE 2 Y 4 MINUTOS
Erotismo y canícula ofrece Kelly A. K.
Kelly había publicado en 2010 un texto sigiloso: La espera: seducción de las bellas durmientes, acuciantes conjeturas en las que el sueño encarna posibilidades y arcanos desafiantes.
Estío en la canícula (Casa Editorial Abismos, 2012), cartas de desplazamientos y liviandades. El bochorno de la siesta abrasa. La concordancia de la palabra funda sordinas extenuantes. Cada sílaba argumenta una urgencia. Cada pliegue bosqueja una caricia. Lenguaje que arropa a los amantes y los unta de oscuridades coloreadas por un aura absorta: sollozo de callada afluencia húmeda.
“Cuando me toca el cuello, aunque sea con su mirada, colores, chispas provocan las tonalidades de mi placer, saludan mi sonrojo en la espalda baja, justo encima de la cadera izquierda, un poco más hacia el muslo. / Ahí es”, musita la voz de este texto lenitivo y excitante: fulguras, chupando la respiración con labios carnosos, “besos como orquídea alumbrada que se abre, me abre mi / orquídea…” en la sediciosa máscara que enarbola la avidez.
Si amanecen jacarandas se ensordece el cosmos por las ansias de la carne. Si el domingo balancea sombras de colores, entonces el habla se refugia en el espejo y altera los designios.
Una intimidad no dicha, no compartida en complicidad susurrada: secreto que se disipa por senderos quebrados en los que la codicia se arremolina, y las ensenadas de eros se amordazan y no hay “espalda desnuda, ansiosa de escalofríos” ni tiempo ni polvo ni ceniza ni “deseo de amar” ni apetencia fingida ni preciso barroco que entone el cántico de los desvelos.
En este breve cuaderno, el estío edifica insomnios: la canícula barrunta la soledad del domingo: la piel es una jícara resonante de cadencias. La “neblina nubla el nebuloso sueño” de todas las confabulaciones amatorias.
Folios instigadores. Calores en la calina. Kelly A. K. sabe que la única reminiscencia que el cuerpo silabea, tañe siempre en las errancias del lenguaje.